Estoy muy
asustado con todo lo que está sucediendo. Ahora mismo no sé qué es lo que debo
hacer. No descarto el suicidio. Bueno, antes de nada, deciros que soy yo, José
María, bien dopado con cafeína.
Durante varios
días me he limitado a proseguir con mi vida normal -si es que mi vida normal
existe-, a la espera de sentir la necesidad de sentarme a escribir una nueva
entrada. Hasta ahora, viviendo en la ignorancia, el impulso de escribir lo
había asumido con naturalidad, como una parte de mi propio ser. Pero está claro
que la interpretación era errónea. Ahora es extraño, pues es difícil de discernir
cuando él quiere escribir, o cuando soy yo mismo pensando que, tal vez, él
quiera escribir. Eso me ha llevado a colocarme varias veces ante el ordenador,
con la firme intención de dejarme llevar como herramienta del inquilino, pero
nada ha fluido a través de mí. Ni sus ideas, ni las mías propias, pues
evidentemente no las tengo, ni al respecto de la trama que él ha desarrollado
en entradas anteriores, ni de otras muchas cosas en el ámbito de lo que hasta
ahora venía considerando mi vida.
Pero entonces,
con dudas crecientes y temor estable, recibí un correo electrónico que
encabezaba el asunto: “NO LEER SIN CAFÉ” y que copio a continuación:
Espero que haya seguido mi consejo y no esté
leyendo esto sin dopaje, pues el producto que estoy a punto de ofrecerle es tan
excepcional que requiere toda su atención.
Represento a un pequeño pero relevante grupo
de personas que desde hace mucho tiempo somos conscientes de lo que ha
explicado con su blog, y estamos actuando en consecuencia.
Como bien escribió usted, aunque al dictado,
la publicación de este blog y su contenido han sido un verdadero hito. Es una
lástima que esté teniendo una relevancia más bien nula, aunque quizás sea más
una ventaja que una limitación.
Pero aún más importante que el hito que ha
supuesto este juego que su inquilino ha decidido protagonizar, es para nosotros
que usted haya llegado a entender lo que estaba sucediendo, y su valiente
decisión de escribir la, hasta ahora, última entrada del blog. Es lo que nos ha
permitido comprender que usted puede ser una pieza fundamental en el plan que
estamos trazando.
Como no ha dejado de recordar su inquilino,
la humanidad está en peligro. No exactamente cómo se explica en el blog, pero
no de manera menos dramática, y quizás hasta más apocalíptica. Eso lo sabemos
hace tiempo, aunque contábamos con un proceso más dilatado, y puede que hayamos
sido demasiado optimistas a ese respecto. Pero ahora, gracias a este
engreimiento absurdo que está protagonizando su inquilino, vamos a poder
recuperar el tiempo perdido.
Antes que nada le voy a explicar algo que su
inquilino ha eludido dejar claro en sus jactanciosos textos. Los inquilinos,
aunque sean parásitos extendidos por toda la humanidad, no han contagiado a
todos, ni siquiera a un número realmente importante de personas. Nuestras
estimaciones consideran que la cifra de afectados por la infección oscila entre
500.000 y 1.000.000. Son muchas personas que padecéis esta terrible enfermedad,
pero pocas en relación a la población total del planeta. Los inquilinos no se
expanden reproduciéndose, como las formas de vida con las que estamos
familiarizados, sino que su objetivo es la expansión de la consciencia. Es por
eso que nos consta que para ellos nunca sería suficiente con expulsar nuestras
mentes de nuestros cuerpos y dejar que nuestra consciencia siga viviendo en
otro soporte. Pero ese es otro tema que abordaremos con usted en el momento
oportuno.
Ahora, lo importante es, primero, que usted
comprenda que no está solo, y por otro que sepa que tiene una oportunidad
maravillosa de ayudarnos a acabar con esta plaga que, sin que nadie lo sepa, es
la peor amenaza que la humanidad ha padecido nunca.
En cuanto tengamos organizado el encuentro
con usted, sabrá de nosotros. Hasta entonces, siga con su vida como hasta
ahora, e intente pensar lo menos posible en este asunto.
Un fuerte abrazo.
OEI (Organización para la erradicación de
los inquilinos).
Tras leerlo dos
bloques de preguntas empezaron a crecer. El primero seguía la línea: ¿Padezco
una enfermedad causada por un parásito cósmico?; ¿pertenezco a un grupo
limitado de en torno a un millón de humanos infectados?; ¿si yo me mato, muere mi inquilino?, ¿es ese
el plan de contraataque que, en definitiva, planea la OEI?, ¿o es su plan algo más sofisticado?
El segundo
bloque se construía con ideas como: ¿Es la OEI algo real, o se trata de una
broma que pretende seguir la supuesta ficción del blog?; ¿creen los autores de
la hipotética broma que soy algún tipo de tarado y pretenden estimular mi
fantasía absurda con más ideas absurdas?; ¿es todo esto una broma infame que he
propiciado yo mismo?
Hoy mismo he
tenido la respuesta a muchas de estas preguntas. Esta mañana he sido raptado
mientras iba hacia el trabajo. Ha sido todo muy cinematográfico: un coche de
cristales tintados se ha parado junto a mí mientras caminaba, se ha bajado el
copiloto, un tipo de enorme espalda y mirada amenazante, que se ha acercado a
mí mientras me pedía indicaciones de un lugar que ni recuerdo. Yo, solícito, le
he intentado explicar, y él, ha continuado acercándose, hasta el punto que ha
extendido su mano hacia mí, como para ponerme la mano amigablemente en el
hombro, ha sido entonces que he notado un leve pinchazo. Gracias, ha dicho enérgicamente, acallando mi exclamación de
desconcierto, y como finalizando nuestro encuentro. Pero su mano ha seguido en
mi brazo, sujetándome firmemente e impidiendo que me moviera de allí. Vale, ha dicho al cabo de unos segundos.
Entonces me ha conminado a entrar al coche. No he dudado mucho en si oponer
resistencia. En cierta medida, estaba esperando, incluso deseando que sucediera
algo así. Mejor eso que la teoría de la broma propiciada por mí mismo.
-Hola José María, lamento estas formas, pero tenemos
que ser cautos –el tipo que estaba dentro del coche dijo esto en cuanto me
senté a su lado, y mientras señalaba un punto indeterminado en mi frente-.
Ahora tu inquilino está completamente bloqueado. Podemos hablar con total
libertad.
Era la OEI, he
estado con ellos casi una hora. Ha sido el tiempo suficiente para entender que
mi situación es imposible de solventar. Estoy atrapado entre un parásito
autoconsciente que es capaz de utilizarme, y un grupo de fanáticos que me
consideran un apestado insalvable, pero útil para poder llevar a cabo su plan
maestro que, estoy bastante seguro que consiste en erradicar la infección
matando a todos sus portadores. Y vuelvo a plantearme, ¿es el suicidio una
solución a esto?
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