Seis



Estoy muy asustado con todo lo que está sucediendo. Ahora mismo no sé qué es lo que debo hacer. No descarto el suicidio. Bueno, antes de nada, deciros que soy yo, José María, bien dopado con cafeína.
Durante varios días me he limitado a proseguir con mi vida normal -si es que mi vida normal existe-, a la espera de sentir la necesidad de sentarme a escribir una nueva entrada. Hasta ahora, viviendo en la ignorancia, el impulso de escribir lo había asumido con naturalidad, como una parte de mi propio ser. Pero está claro que la interpretación era errónea. Ahora es extraño, pues es difícil de discernir cuando él quiere escribir, o cuando soy yo mismo pensando que, tal vez, él quiera escribir. Eso me ha llevado a colocarme varias veces ante el ordenador, con la firme intención de dejarme llevar como herramienta del inquilino, pero nada ha fluido a través de mí. Ni sus ideas, ni las mías propias, pues evidentemente no las tengo, ni al respecto de la trama que él ha desarrollado en entradas anteriores, ni de otras muchas cosas en el ámbito de lo que hasta ahora venía considerando mi vida.
Pero entonces, con dudas crecientes y temor estable, recibí un correo electrónico que encabezaba el asunto: “NO LEER SIN CAFÉ” y que copio a continuación:

Espero que haya seguido mi consejo y no esté leyendo esto sin dopaje, pues el producto que estoy a punto de ofrecerle es tan excepcional que requiere toda su atención.
Represento a un pequeño pero relevante grupo de personas que desde hace mucho tiempo somos conscientes de lo que ha explicado con su blog, y estamos actuando en consecuencia.
Como bien escribió usted, aunque al dictado, la publicación de este blog y su contenido han sido un verdadero hito. Es una lástima que esté teniendo una relevancia más bien nula, aunque quizás sea más una ventaja que una limitación.
Pero aún más importante que el hito que ha supuesto este juego que su inquilino ha decidido protagonizar, es para nosotros que usted haya llegado a entender lo que estaba sucediendo, y su valiente decisión de escribir la, hasta ahora, última entrada del blog. Es lo que nos ha permitido comprender que usted puede ser una pieza fundamental en el plan que estamos trazando.
Como no ha dejado de recordar su inquilino, la humanidad está en peligro. No exactamente cómo se explica en el blog, pero no de manera menos dramática, y quizás hasta más apocalíptica. Eso lo sabemos hace tiempo, aunque contábamos con un proceso más dilatado, y puede que hayamos sido demasiado optimistas a ese respecto. Pero ahora, gracias a este engreimiento absurdo que está protagonizando su inquilino, vamos a poder recuperar el tiempo perdido.
Antes que nada le voy a explicar algo que su inquilino ha eludido dejar claro en sus jactanciosos textos. Los inquilinos, aunque sean parásitos extendidos por toda la humanidad, no han contagiado a todos, ni siquiera a un número realmente importante de personas. Nuestras estimaciones consideran que la cifra de afectados por la infección oscila entre 500.000 y 1.000.000. Son muchas personas que padecéis esta terrible enfermedad, pero pocas en relación a la población total del planeta. Los inquilinos no se expanden reproduciéndose, como las formas de vida con las que estamos familiarizados, sino que su objetivo es la expansión de la consciencia. Es por eso que nos consta que para ellos nunca sería suficiente con expulsar nuestras mentes de nuestros cuerpos y dejar que nuestra consciencia siga viviendo en otro soporte. Pero ese es otro tema que abordaremos con usted en el momento oportuno.
Ahora, lo importante es, primero, que usted comprenda que no está solo, y por otro que sepa que tiene una oportunidad maravillosa de ayudarnos a acabar con esta plaga que, sin que nadie lo sepa, es la peor amenaza que la humanidad ha padecido nunca.
En cuanto tengamos organizado el encuentro con usted, sabrá de nosotros. Hasta entonces, siga con su vida como hasta ahora, e intente pensar lo menos posible en este asunto.
Un fuerte abrazo.
OEI (Organización para la erradicación de los inquilinos).    

Tras leerlo dos bloques de preguntas empezaron a crecer. El primero seguía la línea: ¿Padezco una enfermedad causada por un parásito cósmico?; ¿pertenezco a un grupo limitado de en torno a un millón de humanos infectados?;  ¿si yo me mato, muere mi inquilino?, ¿es ese el plan de contraataque que, en definitiva, planea la OEI?,  ¿o es su plan algo más sofisticado?
El segundo bloque se construía con ideas como: ¿Es la OEI algo real, o se trata de una broma que pretende seguir la supuesta ficción del blog?; ¿creen los autores de la hipotética broma que soy algún tipo de tarado y pretenden estimular mi fantasía absurda con más ideas absurdas?; ¿es todo esto una broma infame que he propiciado yo mismo?
Hoy mismo he tenido la respuesta a muchas de estas preguntas. Esta mañana he sido raptado mientras iba hacia el trabajo. Ha sido todo muy cinematográfico: un coche de cristales tintados se ha parado junto a mí mientras caminaba, se ha bajado el copiloto, un tipo de enorme espalda y mirada amenazante, que se ha acercado a mí mientras me pedía indicaciones de un lugar que ni recuerdo. Yo, solícito, le he intentado explicar, y él, ha continuado acercándose, hasta el punto que ha extendido su mano hacia mí, como para ponerme la mano amigablemente en el hombro, ha sido entonces que he notado un leve pinchazo. Gracias, ha dicho enérgicamente, acallando mi exclamación de desconcierto, y como finalizando nuestro encuentro. Pero su mano ha seguido en mi brazo, sujetándome firmemente e impidiendo que me moviera de allí. Vale, ha dicho al cabo de unos segundos. Entonces me ha conminado a entrar al coche. No he dudado mucho en si oponer resistencia. En cierta medida, estaba esperando, incluso deseando que sucediera algo así. Mejor eso que la teoría de la broma propiciada por mí mismo.
-Hola José María, lamento estas formas, pero tenemos que ser cautos –el tipo que estaba dentro del coche dijo esto en cuanto me senté a su lado, y mientras señalaba un punto indeterminado en mi frente-. Ahora tu inquilino está completamente bloqueado. Podemos hablar con total libertad.
Era la OEI, he estado con ellos casi una hora. Ha sido el tiempo suficiente para entender que mi situación es imposible de solventar. Estoy atrapado entre un parásito autoconsciente que es capaz de utilizarme, y un grupo de fanáticos que me consideran un apestado insalvable, pero útil para poder llevar a cabo su plan maestro que, estoy bastante seguro que consiste en erradicar la infección matando a todos sus portadores. Y vuelvo a plantearme, ¿es el suicidio una solución a esto?    

Comentarios