Cinco


Debo reconoceros que estoy preocupado, además de taquicárdico. Me he tomado como un litro de café en poco más de media hora. Si es lo único que lo bloquea, debo asegurarme que esté completamente aislado. 
Lo más seguro es que el brote esquizoide que tantos años llevo esperando al fin esté aquí. Me hizo mucha ilusión empezar este blog, porque llevaba bastante tiempo dándole vueltas a hacer algo así, sin que terminara de fraguar ninguna idea concreta.  De repente, hace un par de semanas, mientras escuchaba un concierto, me vino la idea. Es algo que sucede a veces, algún tipo de asociación inconsciente del cerebro, mientras la parte consciente está entretenida con otra cosa, hace saltar la chispa que tradicionalmente se ha asociado con las musas o con la inspiración. No es que sea un mecanismo totalmente conocido por la ciencia, pero en principio no hay por qué dudar de que sea producido en casa, y sin intervención de ningún ser no humano.
La primera duda me surgió escribiendo la segunda entrada del blog. Cuando inventé lo del origen del arte pensé que de dónde había salido esa idea. No me recordaba a mí mismo pensándola antes de escribirla. Es más, diría que hasta me sorprendió que fueran hombres primitivos en una cueva, ni siquiera lo había visto venir. Pero resulta que esa sensación de desconcierto, leve, pero clara, me resultó de lo más familiar. Recordé en cuántas ocasiones, mientras escribía, me había asaltado el mismo sentimiento de extrañeza ante lo que acababa de escribir. Y, por supuesto, no pude evitar reflexionar, casi con naturalidad, que aquella sensación podría deberse a que el inquilino que vivía en mí era el que había producido la idea, y no era creación de mi propia mente, sino de la suya. 
Entonces, asumiendo la absurda hipótesis de que una mente ajena a nosotros vivía dentro de  la nuestra, comencé a analizar la verosimilitud de sus implicaciones. Y, rápidamente, las dudas se multiplicaron. Por ejemplo, ¿alguien ha explicado, de manera convincente y definitiva por qué, de repente, en el siglo XV, Europa, un lugar hasta entonces periférico, pobre y subdesarrollado, explota hasta convertirse en la región que ha dominado al resto del planeta? ¿Hay algún hecho que justifique por qué ni la riqueza, ni la demografía o el desarrollo aplastantes de Asia determinaron su preeminencia sobre Europa? No es que yo sea un experto en el tema, pero si un interesado, y hasta dónde yo sé, sólo existen descripciones más o menos detalladas del flujo de acontecimientos en Europa que llevó a la globalización, el capitalismo y la revolución científica, pero ninguna explicación acerca de por qué Europa, sin recurrir a determinismos teológicos o raciales. Hasta ahora. Hasta este blog. ¿Por qué, qué mejor explicación que la existencia de un programa específico de desarrollo impulsado por mentes avanzadas y super-inteligentes que  habitan dentro de un buen puñado de europeos? 
Y de esta manera, he comenzado a pensar en nosotros, los seres humanos. E intentando, lo más fríamente posible, analizarnos como especie. Lo que somos, y dónde estamos. Y al mismo tiempo, sin recurrir a la historia de grandes hitos, ni la hagiografía triunfal de la humanidad, he pensado en lo que yo veo en mí día a día, la gente que me rodea, mi ciudad, o lo que he conocido en mis viajes. Sé que es un método bastante cuestionable, pero creo que la evidencia es tan abrumadora como para no necesitar nada más sofisticado: somos un desastre, incapaz de organizarnos con un mínimo de coherencia sin que la gran mayoría de nosotros mismos resultemos perjudicados, dañados, empobrecidos. Desde la pequeña hasta la gran escala: yo soy un puto desastre, mi familia lo es, mis compañeros de trabajo lo son, la gente de mi ciudad… las cosas tiran hacia adelante porque una especie de infraestructura invisible mantiene un lamentable y dolorido orden para que todo, más mal que bien, se mantengan en el lugar que supuestamente debe ocupar. 
No sé si mi estado de nervios es por el litro de café, pero supongo que la idea de que algo, que no soy yo, habita en mi cabeza, no es precisamente tranquilizadora. Puede que todo lo que he dicho sea muy insustancial. O puede que sea idóneo para darle algo más de interés a la idea en torno a la que estoy desarrollando el blog. Pero no es solo que ahora me parezca perfectamente coherente que sin los inquilinos no hubiéramos tenido genios del arte o la ciencia, o que seguiríamos siendo un vulgar puñado de tribus viviendo en cuevas y alimentándonos de frutos y carroña. Además, tengo resultados algo más empíricos que mis elucubraciones. Desde que “se me ocurrió” que la cafeína bloqueaba al inquilino, y lo escribí, he llevado a cabo un par de experimentos. Me he tomado alguna que otra buena dosis y me he sentado ante el ordenador con el firme propósito de seguir con el blog. No he sido capaz. Quiero decir que, a diferencia de esta entrada que estáis leyendo, que es mi propia iniciativa,  en la que describo mis inquietudes y reflexiones, fui incapaz de escribir ni una sola línea de su historia. Os aseguro que, cuando escribimos sin el hipotético efecto bloqueante de la cafeína, todo fluye con facilidad, y la escritura avanza como al dictado de una voz que, hasta ahora, yo adjudicaba con ingenuidad a mi imaginación. 
Esta comprobación, aunque inquietante, no me ha resultado tan dolorosa como la que he realizado a continuación. Desde hace un año estoy escribiendo otra novela. Avanza a pasos continuados, pero de corta envergadura debido a la falta de tiempo. Pero nunca, en todos estos meses, me había sucedido lo que he vivido hace apenas unas horas. De hecho, jamás en mi ya larga carrera de escritor no leído he tenido un episodio similar: de nuevo tras ingerir una buena dosis de cafeína, me he dispuesto a continuar escribiendo por el punto en el que la había dejado, hace unos días, antes de empezar el blog, y la página en blanco ha sido, por primera vez en mi vida, un puto pozo de luz del que no he podido extraer ni una coma de oscuridad.    
¿Es que en realidad soy incapaz de escribir empleando mi propia imaginación? ¿Era la del inquilino en todo momento la que surtía mis creaciones literarias? Y si es así, y él es una mente brillante que habita en mi interior, ¿por qué soy un fracasado de mierda?, ¿soy tan mediocre que ni su brillantez es suficiente? Y dejando a un lado la puerilidad de la escritura, yo sé qué decisiones creo haber tomado en mi vida, pero ahora no sé cuál de ellas me pertenecen y cuales son suyas. ¿Mi vida es la que es, y yo hago lo que hago, porque soy algún tipo de herramienta para un objetivo que ni me pertenece ni me interesa? ¿Hay algo de lo que yo he vivido, de lo que recuerdo, de lo que he sentido, que tenga una relación directa con mi conciencia o mi supuesto albedrío? ¿Poseo algún grado de albedrío? ¿Quién soy yo? 
Espero que él no exista. Pero si existe, espero que no sea capaz de saber que he escrito esto. Impediré por todos los medios mirar esta entrada del blog cuando el me haga publicar la próxima, o ni siquiera pensar en ella, aunque no sé si eso será suficiente, no sé si podrá escrutar mis recuerdos y descubrir que lo sé. De todas formas, tengo pocas esperanzas de que esto sirva para algo, porque es improbable que nadie crea esta serie de despropósitos. Yo no los creería si lo leyera. Y aún en el hipotético caso de que alguien muy dado a la conspiranoia me dé crédito, teniendo en cuenta que ni aún yo mismo he decidido creérmelo completamente, ¿de qué serviría?, ¿qué posibilidades habría de organizar alguna resistencia? Todo esto me parece una absurda locura. 
Todo sea por combatir el muermo vital de los cuarenta. Por favor, si alguien tiene algo importante que decirme sobre este tema, o se da el hipotético caso de que hay algo no patológico en todo esto, no duden en mandarme un mail a esta cuenta: miinquilino@gmail.com. La he creado expresamente para este tema. 

Comentarios